viernes, 30 de enero de 2015

El secreto oculto de las ecoaldeas

Probablemente, si es estás leyendo éstas líneas, ya te hayas cuestionado eso de cambiar de vida, de vivir en contacto con la naturaleza y probar eso de la comunidad, compartir recursos, tiempo y emociones... pues enhorabuena, estoy convencido de que es una buena decisión!

Pero, si por el contrario, has decidido emprender ésta aventura por pura necesidad material, porque sientes que la sociedad de consumo de ha apartado del camino, porque necesitas cubrir tus necesidades básicas de un modo fácil y rápido...  entonces creo que este no es tu camino.




Es necesario desmitificar éstas aventuras; la imagen bucólico-pastoril del mundo rural que podemos sentir en un fin de semana de las vacaciones de verano, nada tiene que ver con la realidad del " organismo" de una ecoaldea o de la vida en cualquier pueblo agrícola aislado.

Durante una simple visita turística no existe la dimensión del COMPROMISO grupal y sus consecuencias en la convivencia; durante una visita en primavera o verano se hace vida al aire libre, te bañas en las pozas con agua templada, tomas el sol... y cuando vives de verdad el primer invierno en condiciones precarias, pasando frío y todo el día dentro de la obra, tus emociones son completamente distintas: te enfrentas de golpe a la dura realidad de los principios de todo asentamiento nuevo.




Quien crea que las cosas van a ser más simples está muy equivocado:

 venimos de una sociedad donde dejamos que todas las decisiones importantes las tomen otros
 ( normas de circulación, de educación de convivencia, horarios de trabajo...); y pasamos de golpe no sólo a tener que decidir todas esas cosas, si no que además tenemos que crearlas nosotros mismos!!!

La enorme complejidad que exige éste tipo de proyectos suele desanimar a la mayoría de las personas que inician la experiencia, de modo que los estudios sobre el tema aseguran que mas del 90% de los grupos que se forman con esa intención se disuelven antes del primer año de experiencia.

De éstos pocos que sobreviven el primer año, casi todos desaparecen antes de experimentar tres inviernos seguidos... y de los que quedan...




 Casi nadie vuelve a renunciar jamas a ese estilo de vida, porque comprenden que el duro camino de superación personal ha sido el verdadero valor, que la verdadera meta no estaba en hacer la casa común ideal, las huertas mas fértiles y hermosas, si no conseguir modelarse a uno mismo y ser capaz de vivir de manera armónica con los demás compañeros del viaje de la vida.




La ecoaldea, o la vida en un monasterio tienen un aspecto en común: no son un lugar para huir del mundo( huir de ti mismo), son precisamente lo contrario: son un laboratorio de las emociones, son la fragua donde se templa el metal, es presentarse a un examen de humildad para matricula de honor.



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